1963
Trofeo Miquel Mucio
1964
INAUGURACIÓN DEL HOTEL “CARABELA ROC"
En el límite municipal entre Tarragona y Vilaseca, donde se inicia la playa del "Recó" tuvo lugar a las cinco de la tarde la inauguracion del Hotel Carabela Roc, construido por iniciativa de don Benjamín y don Julián Rocafort de Lasnoga, bajo la direccion tecnica del arquitecto señor Pujol.
Con el Gobernador Civil y señora de Fernandez Martinez, asistieron al acto inaugural el director general de Empresas y Actividades Turisticas, Sr. Herrera Esteban; el General Gobernador MiIitar y señora de Beotas; comandante de Marina, capitán de fragata don Joaquin Martinez Ricart; el alcalde de Vilaseca, don Pedro Molas; alcalde accidental de Tarragona, don Jose Maria Sugrañes; delegado provincial del Ministerio de Informacion y Turismo, don Nestor Gallego, con las personalidades que acompañaban al director general; delegado provincial de! Ministerio de la Vivienda y señora de Perez Gonzalez; ingeniero jefe de Puertos y señora de Serrano Suñer; Administrador de Rentas Publicas que representaba al Delegado de Hacienda y señora de Sanclemente; Rector de la Universidad Laboral, don Tomás Pascual, y otros distinguidos invitados, entre los que figuraban autoridades, empresarios de hosteleria y de urbanizadoras, directores de hoteles y de agencias de viajes. Las autoridades invitados fueron amablemente atendidos por Ios señores Rocafort Lamoga.
Bendijo el nuevo hotel el cura párroco de Vila-seca, Rvdo. Don Luis Batlle, quien pronuncio unas elocuentes frases congratulándose de haber oficiado en una ceremonia que encierra un alto sentido de prosperidad para España, simbolo de su paz y de su hospitalidad.
Copiado del "DIARIO ESPAÑOL 27 DE MAYO DE 1964"
Miguel Mucio (también conocido por su nombre catalán Muç Miquel (Barcelona, 3 de diciembre de 1902 - Lübtheen, 27 de mayo de 1945) fue un ciclista español que corrió durante la década de los 20 del siglo XX.
En Vilaseca reside uno de los pocos artistas que quedan en esta especialidad Hay oficios que se pierden poco a poco. El tiempo los mata irremisiblemente. Si usted tiene ocasión de darse una vuelta por la entrañable geografía catalana, es muy posible que encuentre uno de los pocos repujadores en hierro que quedan. Se trata de Antonio Mas Garreta, que reside en la población de Vilaseca, donde nació y donde espera también morir. No fue fácil localizarle, pero cuando lo conseguí, abrió las puertas de su domicilio para qué pudiera contemplar el trabajo secular que este hombre único en su especialidad, viene desarrollando y siguiendo una tradición que se eleva ya a sus bisabuelos. Nuestro personaje tiene sesenta y un años de edad y cifra su máxima ilusión en su hijo, que sigue la tradición del repujado, manteniendo así el último reducto en esta difícil r paciente actividad artística. - Nunca me he movido de esta casa - No fui a ninguna escuela. Su primera obra repujada en hierro fue una figura de mujer que él ha titulado «Vendimia». Y la cosa, sucedida en 1931, fue casi por una apuesta. Su habilidad en la forja y en la herrería, le despertaron la afición artística. Y al contemplar una escultura de Juan Salvador Voltes, también de Vilaseca, que representaba aquella figura de mujer, le dijo que él se veía capaz para repujarla en hierro. Así nació el repujador Antonio Mas. Cómo se hace una obra Y lo curioso es que todo lo ha hecho —y lo sigue haciendo— fiándose únicamente de la intuición y de la experiencia. No tiene inconveniente en explicarme todo el proceso. Se ha de disponer de una buena plancha de hierro con un grosor que oscile entre las ocho décimas y un milímetro. Con una punta de latón que él mismo se ha construido, se dibuja lo que se va a repujar por la parte posterior de la plancha que ha sido ya recocida. Entonces empieza a trabajar el martillo. Golpes y más golpes, duros y precisos sobre el yunque y una capa de plomo entre éste y la plancha. Naturalmente los golpes de martillo se practican sobre unos delgadísimos punzones de acero, cuando aquél no puede moldear determinadas secciones del dibujo. Y conseguido ya el repujado con el relieve deseado, se repasa la obra por la parte saliente, con los mismos punzones. Y así se da la circunstancia de que los dos centímetros de plancha estirada pasa a siete de relieve sin que en ningún momento se hayan producido rasgaduras en, la misma. Esta es, precisamente, la mayor dificultad de este paciente trabajo artístico Buena cantidad de galardones Pueden ustedes imaginarse la serie de martillazos que ha soportado cada obra de este repujador. Se lo pregunto y no hay forma de saberlo, por cuanto no se dedica continuamente a ello, pues aparte de que acabaría medio loco, se necesita mucha tranquilidad anímica y física. En realidad mantiene la afición mientras los demás se pasan las horas en el café. Y como buen artesano, me dicen también que jamás se le ha agrietado una plancha. El sabe dar los martillazos precisos, lo que le ha valido, naturalmente, que sus trabajos hayan sido reconocidos y premiados en dos Exposiciones —1943, la primera y 1951— Provinciales de Artesanía celebradas en Tarragona; aparte de un diploma de honor por el conjunto de trabajos que presentó en 1957, en Lérida, a la Exposición Regional de Artesanía, y de varias distinciones más en exposiciones nacionales e internacionales. Visita de los turistas extranjeros —¿Es más difícil trabajar el hierro? —Es lo más bueno, por eso es lo más complicado también. Y a pesar de lo escondida que "está su fragua son muchos los turistas extranjeros que llegan hasta ella. Los franceses especialmente muestran su regocijo, pues le aseguran que en toda la zona sur de su país no hay forma de encontrar a un repujador en hierro. Y este hombre sencillo apenas si se siente importante. Trabaja, apartado del mundo, y cumplimenta, gozoso, todos los encargos de esos turistas. —Lo que me piden más son morrillos para sostener los troncos en las chimeneas caseras. I Y así, siempre I Me recuerda que cuando consiguió un i destacado éxito en una exposición, ocupandóse de él los periódicos, fueron muchos los convecinos que aparecieron, una buena mañana, con planchas de hierro en la mano dispuestos a conseguir lo mismo que él Pero la cosa acabó ahí, para ellos. Para él, no. El sigue al pie de la fragua, dándole al martillo, y poblando a Cataluña de obras repujadas y de forja. No quiere saber nada más. ! Ni siquiera de aquella anécdota que vivieron un grupo de visitantes del castillo de Escornalbou y que cuando el guía les explicaba la antigüedad de los Claustros, les hizo hincapié en las preciosas rejas románicas, respondiéndole uno del grupo que él conocía a quien las había hecho Era Antonio Mas Garreta, uno de los pocos repujadores en hierro de nuestra entrañable parcela catalana. — DE LA FUENTE TORRON
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