Una escuela de campeones en Vila-seca
ARTES MARCIALES. Los niños del gimnasio Gracie Barra Vila-seca serán los primeros españoles en disputar el Mundial.
El jiu-jitsu es un arte marcial que cada vez está ganando más peso en España. Tanto es así que el año que viene será la primera vez que habrá representantes españoles menores en el Mundial de Abu Dhabi. Los niños del gimnasio Gracie Barra Vila-seca serán los encargados de representar a España en el Abu Dhabi Internatiol Pro Jiu-jitsu.
El pasado 29 de junio se disputó en Barcelona la ronda clasificatoria para la fase final del torneo. Todos los alumnos del gimnasio tarraconense consiguieron hacer medalla y la consecuente clasificación para el Mundial. Fueron 18 atletas, que se repartieron 7 medallas de oro, 8 de plata y 3 de bronce.
Hace cinco años el brasileño Cristiano Ribas, campeón del mundo de jiu-jutsu, abrió esta academia con un objetivo que va más allá del simple hecho de hacer deporte.
«La finalidad es hacer una comunidad mucho más fuerte, mucho más unida, con más compañerismo» afirma. «Los niños aquí van a aprender a ser mejores personas. A través de la terapia de este sistema de combate conseguimos alcanzar todos estos objetivos gracias a la humildad, la disciplina, el respeto…», añade.
Es fácil confundir las diferentes modalidades de artes marciales, ya que a veces las diferencias son mínimas. Cristiano lo aclara: «Es un arte marcial criado para que las personas flacas se puedan defender de las más fuertes, con más volumen corporal. Todo es aprender defensa personal, bloquear al agresor».
Asimismo deja bien claro que lo importante no es la fuerza: «Aquí no existe fuerza, existe equilibrio y física del cuerpo. Una persona de 60kg puede dominar a una de 120».
Además no duda en decir que todo el mundo puede ejercer esta práctica: «Cualquier persona puede entrenar, con discapacidad motora o física también. Nosotros desenvolvemos jiu-jitsu para todos, este es nuestro lema».
Aunque manifiesta que esto tiene su parte negativa: «Hoy en día con la difusión grande de esta modalidad hay mucha gente que no está preparada para dar clases y lo hace. Esto es lo peligroso de todos los deportes».
Es cierto que la apertura del gimnasio y la academia fue en 2014, pero hay que viajar mucho más atrás para encontrar el origen de todo esto: «Mi maestro siempre me decía que la comunidad de jiu-jitsu debía expandirse al mundo, que todo ser humano debería aprenderlo. En 1996 me dijo que un día tenía que salir de Brasil para enseñar este deporte a todo el mundo. Yo sinceramente entonces no me veía fuera de mi país».
10 años después del desafío que le mandó su profesor, Cristiano tomó una decisión que cambiaría su vida: venirse a España. «En 2006 era cinturón negro, tenía muchos títulos, era campeón de Sudamérica…Sin embargo tenía un amigo aquí y vine. Yo creía que encontraría un trabajo fácil… creía que todo sería más sencillo», explica riéndose.
A pesar del éxito conseguido los inicios no fueron fáciles ya que la gente desconocía y desconfiaba del jiu-jitsu: «Llegué aquí y me encontré una comunidad muy cerrada, que solo daba importancia al futbol y al básquet».
Han pasado muchos años del inicio de este viaje pero Cristiano nunca olvida a la gente que le ha ayudado: «Alquilé un piso en la Avenida Cataluña. El dueño del piso sabía que yo iba a romper todas las paredes de su casa y a montar una sala de entrenamiento para mí y mis alumnos. Es muy buena persona y hoy somos grandes amigos. Me ayudó mucho».
«Si tú trabajas, tienes voluntad y determinación en un objetivo vas a conseguir todo en esta vida. Yo soy la prueba viva de esto. Llegue aquí con 1000 euros, sin papeles y sin nada. Ahora tengo una empresa y cuatro gimnasios que funcionan», declara. De estos cuatro recintos, dos están en Vila-seca, uno en Vendrell y otro en Gerona. Va siempre a todos porqué le «gusta conocer» a sus discípulos, saber «cuál es su objetivo y por qué hacen jiu-jitsu».
Cristiano no esconde en ningún momento su sonrisa (como buen brasileño). Es la cara de felicidad de un hombre que disfruta haciendo lo que hace, que ha tenido éxito y que tiene un vínculo con muchos de sus alumnos: «Yo estoy muy feliz, hago una cosa que amo. Se ve el brillo de los niños, de cariño de amor. Esto no tiene precio para un maestro. Ellos también me ayudan a evolucionar, como persona, como maestro. Tengo alumnos adolescentes que para ellos soy como un hermano mayor».
El maestro deja claro que «por encima de todo son niños» y no se les puede «exigir mucho». No obstante no duda para nada en su potencial: «Si está todo bien: duermen bien, descansan bien, etc. yo veo un poco imposible que no ganen o consigan nada… que no llegue alguna medalla. Son muy duros, muy centrados. Se les ve con un objetivo bien claro. Ellos saben porqué les entreno y saben que les quiero».
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